lunes, 27 de junio de 2011

El día después de mañana


River no pudo hacerle frente a la Promoción, apenas empató con Belgrano 1 a 1, y descendió al Nacional B. El Pirata logró la hazaña y vuelve a Primera después de cuatro años.


Parece ficción. Pero es real. Lo que hace unos meses parecía las locuras de un periodista mala onda, ahora parece una profecía cumplida. Alguno cuando pase el luto, dirá tenías razón. Otros no saldrán de su soberbia. Ahora es tarde. River descendió a la B Nacional porque al principio desconoció el problema, justamente por la soberbia de su presidente, y cuando sintió la cercanía de la guillotina, se petrificó.
Passarella debía armar un plantel para ser campeón. O sea, debía enriquecer el plantel que fue cuarto el torneo pasado. Pero no lo hizo, lo debilitó. Permitió la salida de Ortega, el único capaz de ponerse el equipo al hombreo en un momento así. Y trajo a Bordagaray. Jota Jota hizo lo suyo. Nunca usó a Afranchino, y lo mando a la cancha en el partido decisivo. Una de las joyas de la abuela, Villalva, estuvo en el ostracismo, hasta los últimos minutos de vida.
La culpa principal es de Aguilar. Eso no se discute. Darle tanta responsabilidad al ex mandamás que al Kaiser, suena a malintencionado. ¿Qué te hicieron River? Dicen ciertos periodistas funcionales vaya saber a que grupo de poder. “Nos jugamos la historia”, decían después de perder con Boca. Eso sin dudas, que mortificó a un equipo que nunca jugó bien, ni siquiera cuando las cosas salían bien. Menos lo iban a hacer durante el melodrama barato creado. ¿Qué habrán hecho ellos por River? Denunciar lo que pasó durante el primer período de Aguilar no creo. Porque si se piensa que todo se barrancó durante los últimos cuatro años de esa era, no utilizan todo el cerebro para razonar.
En ese contexto, era imposible que un equipo amarrete y sin experiencia dé el salto de calidad. Cuando los resultados acompañaban, era más por una cuestión de azar. Era pan para hoy y hambre para mañana. River se mareó y cayó. Y del golpe nunca se recuperó. En los últimos siete partidos se arrastró por las canchas.
Y en los duelos ante Belgrano era primordial no perder el primer chico. Pero ese miedo escénico provocó lo peor. Dos goles en contra y la seria cuesta abajo. No era imposible. Ni un milagro. En un partido de sexta fecha, el conjunto de Nuñez podría hacerle una goleada al Pirata. Pero en una situación tan apremiante, habría que verlo en la cancha.
Y en el verde césped, en el primer tiempo, se vio la diferencia de categoría. A River le faltó el segundo gol. Solo cinco minutos le bastaron para convertir el primero. Pero luego llegó su impericia a la hora de definir. Y el desconcierto de Pezzota. No echo ni a Arano ni a Pavone, y para compensar no vio un penal grande como el estadio a Caruso y tampoco le mostró la roja al defensor de Belgrano, Lollo.
El Millonario tuvo sus chances pero se fue al descanso apremiado por el gol que faltaba. Se descontroló y la mente se nubló. Belgrano resistía pero con el ingreso de Andrizzi fue más incisivo. El Picante Pereyra se comió el gol del ascenso pero fue el aviso de lo que iba a venir. Un verdadero blooper de Díaz y Ferrero, permitió que el balón le quede servido a Farré y el volante central no perdonó.
Parecía todo perdido pero había tiempo para más. El referí ,que en ese momento en cada jugada dudosa o no dudosa cobró para el lado de River, volvió a demostrar su poca calidad como arbitro al compensar con un penalito, de esos que no se cobran salvo cuando se tiene culpa. El regalito lo tomó Pavone pero Olave, de descomunal serie, se lo contuvo.
Ahí River dejo de mostrar señales de vida. Belgrano con Olave y Ribair Rodríguez, como estandartes de la lucha y la resistencia se metió en Primera. Mención para la calidad de Franco Vázquez. Y fue final. El Pirata hundió a la Armada que alguna vez fue invencible pero ya no lo es. El tiempo dirá si aprende de los errores o sigue hundido en el fondo del mar. Pero las teorías apocalípticas, no se cumplieron del todo. Como en la películas del Hollywood, el fin del mundo no es tan así, y hay vida después del fin.

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