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A Independiente no le alcanzó con su mística y depende de un milagro y medio para clasificarse a octavos de final.
El sueño de volver a ser terminó muy temprano. El empate ante la Liga como local terminó de condenar a un Independiente, de andar irregular en el torneo doméstico pero que en la copa esperaba recuperar ese fuego sagrado que siempre lo caracterizó a la hora de meterse en este tipo de certámenes.
Pero la realidad fue otra. El Rojo apenas ganó un partido, justamente el debut ante Peñarol por 3 a 0. La paradoja es que tras ese cotejo nadie podía pensar que para la vuelta, el cuadro de Avellaneda estaría prácticamente eliminado –debe golear por ocho goles y esperar un empate entre Godoy Cruz y la Liga- y que el conjunto uruguayo sería el único clasificado hasta este momento en el grupo.
Sin embargo, fue todo bien distinto. El elenco del Turco Mohamed nunca volvió a parecerse a ese equipo que trituró al Mirasol y el final parece anunciado. Ahora deberá engordar su promedio y empezar a escalar en campeonato local. No queda más que eso.
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