
A casi una semana de la eliminación de la Selección argentina de la Copa América, todavía el futuro es incierto. El Comité Ejecutivo de la AFA llamó a una reunión de último momento para tratar la dimisión o confirmación del Checho Batista como entrenador.
El ciclo del ex volante de Argentinos Juniors y River había empezado de buena forma, con motivos para ilusionarse, como la goleada ante España, el triunfo resonante en Brasil y aquel primer tiempo ante Estados Unidos, partido que si bien había finalizado en empate, el conjunto albiceleste había demostrado que su idea del toque vistoso podía plasmarse en la cancha.
Pero luego llegaron los cimbronazos como el affaire Tevez y el cruce de declaraciones de Batista y Grondona, antes, durante y después de la gira del equipo C por Nigeria y Polonia. Con el episodio con Carlitos, el DT dejó en evidencia un manual de contradicciones que si bien podía demostrar que no era capricho, a la postre terminó siendo un arma de doble filo.
En los primeros dos partidos, ante Bolivia y Colombia, la producción fue alarmante. Apenas arañó un empate ante el peor combinado del continente y, luego, los cafeteros lo superaron en todo momento. A 45´minutos de quedarse afuera en primera ronda, estuvo la Selección. Ese tiempo le costó quebrar el cerrojo defensivo del aficionado equipo de Costa Rica. Más allá de que tuvo situaciones de gol, en esa parte inicial, la sensación seguía siendo preocupante.
La falta de carácter se acentúo ante Uruguay. Los charrúas jugaron con un jugador menos durante más de un tiempo. Sin embargo, llevaron el duelo como quisieron. A la Selección le faltó personalidad y liderazgo, tanto adentro como afuera de la cancha. Salvo Messi, los demás no tienen derecho al pataleo. Todos, en mayor o menor medida, salvo algunas contadas excepciones, hicieron méritos como para ser borrados en la siguiente convocatoria.
¿Quién hará la citación para el siguiente compromiso? ¿Batista? Al Checho, un técnico que nunca tuvo pergaminos para dirigir al Seleccionado, le faltó muñeca para evitar el choque contra el iceberg. Nadie sabe como cayó y se puso el buzo de DT. El Titanic ya se hundió, lo que está seguro es que el verdadero culpable de todas estas decepciones, el verdadero capitán, el señor Julio Humberto Grondona, ya está en un bote para salir ileso de otra debacle del fútbol argentino.
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